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  • Foto del escritorJuan Carlos Camacho Castellanos

Empresas de Garaje

En Colombia a aquellas empresas informales o que no cuentan con ciertos permisos o resoluciones que les permiten funcionar se les llama despectivamente “empresas de garaje”, existiendo en ese difuso ramo empresarial desde cafeterías hasta universidades. No necesariamente esas empresas funcionan en un espacio de parqueo de automóviles, pueden estar ubicadas en espacios visibles o en áreas que uno ni se imagina como habitaciones o en grandes estructuras ocultas tras la fachada de simples casas de habitación.

Pero ¿Por qué es tan vergonzoso admitir que se tiene una empresa de garaje?, sencillamente porque eso implica que es un establecimiento pirata, oculto o que ofrece productos/servicios de mala calidad o que no cumplen con los estándares de funcionamiento o requisitos legales que se exigen para su cabal desempeño en el aparato productivo del país.

Por otra parte, muchas de esas “empresas” son sencillamente emprendimientos que se inician y que, debido a los altos costos y trabas burocráticas que impone el Estado, comienzan a funcionar casi clandestinamente en el parqueadero del hogar familiar o en cualquier espacio que permita cumplir con sus operaciones productivas. No es necesario recordar que arrendar una oficina o un local en Colombia es supremamente oneroso ya que los propietarios de esos espacios cobran cantidades de dinero que, al agregar ese costo en la estructura financiera de la empresa naciente, implica que, a la larga, el micro empresario trabajará solo para pagar alquiler y servicios, y, en caso de que su organización no llegue a acreditarse en un mediano plazo deberá cerrar sus puertas y, probablemente, él y sus empleados seguirán engrosando el porcentaje de desempleados que existe en el país.

Otros aspectos a tomar en cuenta son la carga tributaria y los trámites engorrosos que pide el Estado, mismos que implican que los emprendedores decidan iniciar su empresa de manera casi o abiertamente clandestina. El registro ante Cámara de Comercio, la inscripción ante la DIAN (Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales), ante la Secretaría de Hacienda, el registro ante SAYCO ACIMPRO (que protege los derechos de autor) si desea tener una radio o un televisor en su empresa, la carga tributaria (IVA, ISLR, ICA, Retefuente, etc.), el registro ante INVIMA y la Secretaría de Salud (Alimentos y similares), la Secretaría de Educación o el Ministerio de Educación Nacional (Educación en todos los aspectos), y, en fin, una montaña de documentos y requisitos a los que el emprendedor debe enfrentarse aunado a la existencia de funcionarios lentos, ineficaces y corruptos, que a todo le ponen una traba o una dificultad adicional.

Todo lo anterior tan solo para iniciar el funcionamiento implica, para el emprendedor, altos niveles de estrés y de costos que consumen tiempo y dinero. No niego que en la Cámara de Comercio se han enfocado en colaborar al máximo con el futuro empresario, pero, aun así, los trámites no dejan de ser largos y engorrosos para quien desea continuar con su idea de negocio.

Por otra parte, el riesgo al fracaso implica una carga emocional más para aquellos que deciden seguir su camino de manera independiente y que no desean seguir siendo parte de la masa laboral como empleados, sino que toman la decisión de ser empresarios. No todas las ideas fructifican y se transforman en productos/servicios innovadores, no muchas de las empresas que se inscriben sobreviven más allá de un año y esta experiencia negativa es tomada por los emprendedores de manera negativa, casi vergonzosa pues, al contrario de los innovadores que se arriesgan en otras latitudes del planeta, no estamos preparados para el fracaso o no somos tolerantes ante el mismo.

El Fracaso es solo una Experiencia más. Es necesario que nuestro sistema educativo se enfoque en la creación de empresas, pero también que eduque a nuestros niños y jóvenes en la aceptación y superación del fracaso. Que reconozcan que esa experiencia los dotará de herramientas para ser más cuidadosos, creativos e innovadores y que, si uno se cae del caballo, no debe emprenderla a patadas consigo mismo o con el equino, sino que debe volver a montarlo e intentar cabalgar de nuevo por ese arduo camino del emprendimiento.

También hay que expulsar esa idea de que la “Empresa de Garaje” es una abominación y un emprendimiento que se debe ocultar ante los ojos del Estado pues la carga burocrática y tributaria supera las expectativas y deseos de los emprendedores. Es necesario simplificar los trámites, establecer beneficios fiscales a los microempresarios y dejar de perseguirlos con saña. No olvidemos que en Estados Unidos cientos de empresas han nacido y siguen naciendo en garajes, dormitorios universitarios o salas de estar de las casas familiares. Steve Jobs y sus socios lo demostraron con su empresa Apple y no hay que olvidar que, muchas veces, esos emprendedores comienzan con un capital muy pequeño y, aunque parezca increíble, a veces con solo su deseo y un sueño enorme que va más allá de esas cuatro paredes y un techo donde nace.

Juan Carlos Camacho Castellanos


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